ENTREVISTA | No hay sindicatos, no hay obreros, lo que hay son migrantes indocumentados: Jon Lee Anderson

30/12/2017 - 12:05 am

Una entrevista con Jon Lee Anderson es preguntarnos adónde vamos, hacia dónde va este mundo que habitamos y que muchas veces se convierte en algo hostil, poco dado a brindarnos soluciones y mucho menos tranquilidad. En esta nota, hablando del Che Guevara, uno de los más grandes periodistas del mundo, dice que a 20 años de haber publicado su más que elogiada biografía, tiene todavía más profundas sus convicciones. Desde ese lugar lucha por cambiar este planeta que muchas veces nos resulta inamovible.

Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).- El Che Guevara es sin duda uno de los personajes más relevantes e icónicos del siglo XX. Jon Lee Anderson ha escrito hace 20 años una muy elogiada biografía. El periodista nacido en California en 1957 y residente en Inglaterra, contó con acceso privilegiado a diarios del Che y a otros materiales que ningún periodista había podido consultar jamás. Hace tres años que Anderson se unión con el monero y caricaturista político José Hernández, para hacer la vida y obra del Che en una novela gráfica.

Ambos han llegado al fin con esta tercera entrega, en un momento tan difícil como es la muerte temprana de Ernesto Guevara de la Serna y tratar de reflexionar si la lucha armada es o ha sido un camino lógico para cambiar el mundo o como dice Jon Lee, “para alejarse de las normas” y seguir siendo “pulcro” cuando se lo recuerde.

Esta es la entrevista a Jon Lee Anderson, tal vez un poco pesimista, pero siempre reflexiva. Que nos hace pensar, vamos.

–Las posibilidades de cambiar el mundo, como decía el Che, hoy están lejanas. La derecha que domina el mundo tiene al pueblo muy confundido

–Es obvio que terminó la historia de la Unión Soviética, pero el hecho de que hubo un colapso de la URSS no necesariamente desacredita las nociones básicas de la existencia, inclusive más allá del socialismo como tal. Una cosa fue el socialismo soviético y lo otro es la posibilidad que hay sociedades unidas por nociones de la socialdemocracia, ¿qué son los países escandinavos si no son socialdemocracias? Hay una puja muy fuerte, es cierto, entre la derecha y los grupos progresistas, por llamarlos así. La canasta social es lo que está en jaque en los momentos en que vivimos, pero hace unos días estuve en Uruguay, hablando con un sindicalista y estuvimos hablando de la eclipse de la izquierda en América Latina y me dijo: –Pues, Jon, claro, la izquierda se vino abajo porque ya no hay sindicatos, ya no hay obreros. No lo entendí con la claridad que tengo ahora en ese momento, pero es cierto, no existen ya partidos de izquierda, clase trabajadora como tal, porque no hay sindicato, no hay representación. En los últimos 25 años, esta época de NAFTA y el TLC, lo que ha habido son flujos de migrantes, de seres indocumentados, que hacen el trabajo sucio. Ahorita con los haitianos en Brasil, los haitianos también están llegando a Chile, todas las noches hay un vuelo entre Puerto Príncipe y Santiago y están dejándolos entrar para que hagan las tareas que los chilenos no hacen o cobran más. Hay 90 mil haitianos en Chile, lo que es un problema, porque Chile es un país blanco y que se supone tolerante. Están los primeros debates en torno a la migración, a gente de otro color, algunos te dicen qué bueno que vamos a mezclarnos un poco, ya no vamos a ser tan blanquitos aquí en nuestra esquina del sur, van a surgir nuevos debates en torno al color, a la migración. Lo que es interesante es que los capitalismos de hoy, es obvio, miramos al modelo norteamericano, dependen de la mano de obra barata e –entre comillas- “ilegal”. Son personas que no ha recibido las prebendas características de la democracia, con todas las de la ley. Los mexicanos que van a los Estados Unidos y sacan papas, tienen las prebendas de la seguridad social. La respuesta es no. Un sindicato obligaría al Estado a darles una cobija social, pero ya que el Estado ha roto los sindicatos no tiene que hacerlo. Estados Unidos depende de la mano de obra ilegal, barata, de gente pobre que vive en otros países. Y ese mismo modelo se está replicando en otros países de América Latina. Uruguay, fíjate la diferencia, no tiene problemas de trabajadores indocumentados porque tiene una clase trabajadora propia. Porque tiene sindicatos. Yo estuve ahí y todo me parecía como en 1983, todo muy reconfortante. Todavía hay luchas muy fuertes para proteger la canasta social. Un Estado importante, un Estado fuerte que sí es obligado a compartir las realezas con parte de la población que no es normalmente rica. Con población que necesite una educación o atención hospitalaria.

–Yendo al Che, con este libro que hiciste con José Hernández, ¿encontraste algunas cosas que no habías encontrado en tu libro?

–Esta tercera parte coincide con el cincuentenario de la muerte del Che y a los dos nos tocó reflexionar mucho sobre su legado. Estos cincuenta años han sido un hito de dónde reflexionar y me encontré hablando cómo estoy hablando ahora. Han pasado 20 años desde que escribí el libro sobre el Che y para mi consternación, para mi sorpresa, tenemos a un Donald Trump en la Casa Blanca, grandes socialdemocracias sucumbiéndose a los intereses de los ciudadanos más prejuiciosos, Gran Bretaña en el Brexit, con toda una serie de secuelas que va a suceder. Veo con consternación el auge de la ultraderecha y el neonazismo ya con las caras expuestas en muchos países del Occidente. Todo eso me tiene muy preocupado, claro. Creo que el Che, bajo esa lupa, en esta coyuntura, se puede mirar desprovisto de los años del 60, que han sido utilizados para gente crítica del socialismo, queriéndolo embretar. Creo que el Che emerge bastante pulcro a través de todos los humos que se han esparcido en estos años. Siempre hay un intento de dejar en ridículo o criminalizar a quienes han roto las reglas. Veo a muchos militantes radicales en los Estados Unidos, los latinaomericanos, los africanos, en muchas partes del mundo, que terminaron en sexo, drogas y rocanrol, pocos llegaron pulcros al final, algunos se traicionaron a sí mismos, otros terminaron en el crack, en fin, el Estado así los recuerda como absurdos, fracasados, drogados, como un cul de sac friki de los 60, restándole importancia a lo que fueron…yo estuve muy pacificado mirándolo todo en los últimos tres años, a partir del Che siempre lo he hecho claro, pero ahora más. Creo que esa década de rebeldía significó algo, no puede ser engavetado así nomás. Los que intentaron cambiar las cosas empuñando las armas no tienen el pecado original y mucho menos tienen la culpa de la gran represión que se les vino encima después de eso.

Noto mayor convencimiento en mis impresiones políticas, probablemente mucho más que cuando escribí la biografía del Che. Foto: FIL

–¿Hay cambio en ti desde que escribiste el libro?

–Noto mayor convencimiento en mis impresiones políticas, probablemente mucho más que cuando escribí la biografía del Che.

–En Argentina acabó el juicio a los represores en esta semana…

–¡40 años demoró! Yo me acuerdo haber llegado a la Argentina durante los años del “menemato”, en los 90, en donde sabía que fácilmente podía encontrarme con un Jorge Videla, con Alfredo Astiz, en un café en Belgrano; andaban sueltos y la sociedad como mermada. Las sociedades toman el partido de sus gobernantes y en esos tiempos la sociedad argentina era como sociópata, no era gente que quería castigar a esos crímenes tan viles, para que hubiera un antes y un después. Era una sociedad enferma y hay muchas sociedades enfermas en este mundo. Pero la Argentina, desde este juicio, está mucho más sana de lo que fue.

–¿Nicolás Maduro rompió las reglas?

–Mira, yo acabo de estar con él, hace unas semanas atrás y hablamos de esto. Si Nicolás Maduro fuera José Antonio Meade o Pedro Pablo Kuczynsky, porque ellos se conciben como demócratas de países democráticos, con alternancia en el poder y se pliegan a todas las definiciones de esta noción de Estado actual, que es la norma, que es la aceptada, que los bancos te den crédito, que el FMI te trate bien, que la Unión Europea te va a apoyar, como es la familia de naciones aceptable hasta este momento. Pero Nicolás Maduro se concibe como revolucionario de la vieja escuela. Él, dentro de un marco donde se nota poco lo que queda de un Estado chavista, que se piensa revolucionario, se traga todas las normas, entre otras cosas porque puede. Y esto por supuesto que no es justificar lo que ha hecho, pero hay que anotar que el chavismo o los venezolanos jamás han sido respondidos con una buena oposición.

Jon Lee Anderson, José Hernández y el Che. Foto: Especial

–¿Cómo es la oposición política en Venezuela?

­–Muy poco democrática y jamás ha ejercido la democracia. Han sido parte del problema y no de la solución. Aquí no quiero quitar por cuestiones ideológicas méritos posibles a algunos políticos de la oposición venezolana, he conocido a algunos, me han caído bien en algunos casos, pero en general no han sabido representar a los venezolanos y no han sabido lidiar con el fenómeno del chavismo. Tampoco han sabido jugar su papel en buenas formas, han sido su propio peor enemigo y en ese sentido Maduro opera en un vacío. En la política, al menos que seas Suiza o Inglaterra, con mucho estado de derecho que te vigila y que te fiscaliza, donde hay un vacío te mueves. En Venezuela no hay separación de poderes, todo está ligado con la Presidencia…

–¿Dirías que hay crímenes de los dos lados?

–No llegaría a decir algo así, para que todo se quede igual. Lo que creo es que el chavismo está en crisis y si tomo a Nicolás Maduro por su palabra, no tengo razón por el momento para decir que no, él sí busca una salida negociada con la oposición. Los antecedentes no son argumentos a su favor, pero la correlación de fuerzas y la coyuntura actual, indica que él sí entiende que tiene que buscar atenuantes y tener una oposición para poder seguir adelante. Él quiere seguir siendo el Presidente de Venezuela y creo que la existencia de un Donald Trump en la Casa Blanca, le favorece.

–Un cuadro tremendo para Venezuela

–No es un cuadro fácil ni bonito, el Estado actuó con mucha vehemencia y mucha violencia para aplacar las protestas el año pasado. Era terrible presenciarlo, no debía Nicolás Maduro tener que llegar a eso. Ahí responsabilizo tanto al gobierno como a los líderes de la oposición que permitieron que esos jóvenes se mataran en la calle. Esas muertes fueron un sacrificio ¿para qué? La comunidad internacional ha jugado un rol paupérrimo hacia Venezuela, ha habido mucha oportunidad de conversación –a mí me consta-, ha habido ofertas de acercamiento por parte del gobierno de Nicolás Maduro que no fueron recibidos en los Estados Unidos y la política norteamericana no ha ayudado en este caso tampoco.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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